Para mi lectura y análisis de Hamlet, he utilizado la trigésimotercera edición de la editorial Cátedra, bajo la dirección de Manuel Ángel Conejero y Tomás Dionís Bayer (2025).
William Shakespeare. Aunque oficialmente fue actor y escritor en vida, muchos filólogos y académicos reputados han dudado a lo largo de los siglos de que ese hombre haya podido crear obras de tal calidad literaria. Según Harold Bloom, crítico y teórico literario estadounidense, la biografía del autor condiciona la obra: la experiencia personal y los acontecimientos de su vida, como el haber tenido un hijo llamado Amlet, podrían haber influido en la construcción de Hamlet.
Desde el siglo XIX se han propuesto algunos posibles autores, como Christopher Marlowe, quien supuestamente habría fingido su muerte, o John Florio, un erudito italo-inglés con gran dominio del inglés y de la cultura renacentista que podría haber sido el verdadero escritor de esas obras. A pesar de las múltiples teorías que se han barajado durante los años, ninguna ha sido probada: lo único que podemos asegurar es que quien escribió esas obras que hoy en día podemos disfrutar, entendía la condición humana con una profundidad que solo unos pocos autores a lo largo de la historia han podido superar.
De lo que sí se tiene certeza, es que Shakespeare, además de dramaturgo, fue actor y empresario teatral, cosa que influyó directamente en sus obras. Conocía las capacidades, los gestos y la voz de sus intérpretes, y componía los papeles teniendo en cuenta esos varios factores. De esta forma, los personajes no eran figuras rígidas o vacías (pues, como diría el Príncipe de Dinamarca, en tal caso sería mejor darle el papel a un pregonero), sino seres vivos que cobraban existencia en cada función, gracias a la espontaneidad y varias tantas afinidades con el personaje que interpretaban. De ahí que se busque que la función sea una interpretación vívida y orgánica y no un guion preciso al que ceñirse.
En cuanto a Hamlet, una de las obras más célebres de Shakespeare, está escrita principalmente en verso blanco, es decir, en pentámetro yámbico no rimado, con diez sílabas por línea y acentos alternos. Esta métrica dota al texto de un ritmo poético natural, cercano a la oralidad, lo que resultaba esencial en el teatro isabelino, donde la palabra debía fluir con intensidad emocional y al mismo tiempo conservar musicalidad y armonía. En vida, Shakespeare publicó Hamlet por primera vez en un quarto. La primera edición (Q1), aparecida en 1603, es breve, confusa y contiene errores, omisiones y variaciones notables. En esta versión, el papel de la reina Gertrude es reducido: su diálogo con Hamlet en la escena del aposento, donde en las versiones posteriores muestra remordimiento y comprensión de la corrupción de Claudio, aparece muy simplificado o incluso suprimido, lo que modifica radicalmente su profundidad moral y su relación con el protagonista.
La segunda edición (Q2), publicada sobre 1604/1605, amplía considerablemente el texto, corrige errores del Q1 y recupera escenas completas, entre ellas el diálogo de Gertrude, que adquiere una dimensión más compleja y humana. Este quarto bueno incluye unas 1600 líneas adicionales y ofrece un análisis psicológico más complejo de la obra. Además, algunos cambios parecen responder al nuevo contexto político, ya que su publicación coincide con el inicio del reinado de Jacobo I, tras la muerte de Isabel I. Debido a esto, ciertas alusiones a la autoridad, la venganza o la justicia parecen suavizadas para evitar posibles interpretaciones que pudiesen acarrear problemas.
Hay posibles teorías de que antes de Shakespeare, la historia de Hamlet ya circulaba en varias versiones. La leyenda de Amleth aparece en la Gesta Danorum de Saxo Grammaticus (siglo XII) y fue ampliada por Belleforest en sus Histoires tragiques (1570). También se cree que existió una obra teatral perdida, el Ur-Hamlet, atribuida a Thomas Kyd, que ya mostraba al espectro del padre y la venganza filial, elementos posiblemente Shakespeare transformó en su obra definitiva.
Hamlet se desarrolla bajo una serie de decisiones y conflictos entre personajes, donde la venganza, la justicia y la conciencia moral se entrelazan. Cada acción de un personaje afecta a los demás, y nada ocurre de manera aislada: Shakespeare acuña la leyenda original del príncipe vengador y la convierte en una tragedia a su estilo. Es por eso que, Según René Girard, conviene distinguir entre lo que se desea (la corona, la justicia, la venganza) y quién enciende ese deseo: los llamados catalizadores miméticos. Así funcionan varios personajes: el espectro del rey muerto actúa como iniciador, pues no compite por el trono, pero obliga a Hamlet a asumir el deber de venganza. Por otra parte, Claudio sí desea y ocupa la corona (ese deseo de poder es la chispa original), pero son otros (Laertes, el pueblo, la corte) los que reaccionan, imitan y elevan la tensión. Laertes es un catalizador de los más notorios: la muerte de Polonio despierta en él un furor de venganza que, al entrar en conflicto con Hamlet, hace que ambos deseos se reflejen y se inciten implícitamente.
Hamlet mismo llama a los cómicos a representar Hécuba (personaje de la tragedia homónima de Eurípides) cuando critica la imitación del sentimiento teatral: la referencia funciona como un espejo trágico. Hécuba, al enfrentarse a la pérdida de sus hijos, muestra cómo el dolor y la venganza pueden contagiarse, y en la obra de Shakespeare esto se convierte en un ejemplo de deseo mimético: el sufrimiento ajeno actúa como catalizador.
Desde el humilde análisis que un estudiante universitario puede hacer sobre una obra literaria de la que exégetas y eruditos de gran talla han estudiado durante siglos, me gustaría subrayar un posible paralelismo entre el planteamiento de Hamlet y la tradición mitológica griega. En muchas tragedias griegas, los sucesos sobrenaturales anticipan un desenlace inevitable: por ejemplo, en la Antígona de Sófocles, cuando el cuerpo de Polinices queda sin sepultura, se describe que las aves carroñeras y los cuervos devoran y esparcen su cuerpo por toda la ciudad, mientras los dioses rechazan las ofrendas de Tebas. De manera similar, en Hamlet, la aparición del fantasma del rey Hamlet funciona como un augurio trágico sobrenatural: no solo revela un asesinato, sino que activa la cadena de venganza y conflicto, marcando el destino trágico que seguirá la obra. Al igual que en las tragedias griegas, lo sobrenatural no es un mero adorno que el autor se ha tomado la libertad de añadir, sino un motor de acción.
El trascurso y desenlace de Hamlet es claramente trágico. Durante el duelo entre Hamlet y Laertes, planeado en secreto por Claudio, se desvela la compleja red de traiciones y rencores acumulados a lo largo de la obra. Posteriormente Gertrudis, a quien el rey Hamlet advirtió a su hijo que protegiese, muere envenenada de manera accidental, y Laertes, herido mortalmente por el mismo veneno, confiesa la manipulación de Claudio. Hamlet, también alcanzado por el veneno, logra en sus últimos momentos consumar su venganza matar a su tío.
Entre los personajes de Hamlet, a juicio subjetivo destaco a Ofelia por la particular tragedia que rodea su vida y muerte, marcada por la ambigüedad que Shakespeare deliberadamente deja. Su cuerpo es encontrado flotando en un río, rodeado de flores, un escenario que podría interpretarse como un suicidio o accidente debido a su fragilidad emocional. Esta vulnerabilidad es el resultado de la muerte de su padre, Polonio, a manos de Hamlet, así como por el rechazo y la aparente indiferencia y locura del propio Hamlet, que se encuentra atrapado en su obsesión por la venganza.
En lo personal, no creo que Ofelia deseara el suicidio de manera consciente, aunque sí parecía indiferente ante la vida y la muerte; su fragilidad emocional la hacía vulnerable a los acontecimientos que la rodeaban, sin que necesariamente buscara poner fin a su existencia. Lo que yo interpreto de ese acto es que Ofelia, entristecida y desanimada, dejóse llevar por la corriente de forma inerte, sin saber que ese sería su final; indiferente a su destino. La muerte de Ofelia puede interpretarse bajo la tradición literaria y filosófica en la que diversos autores, entre ellos la poetisa Safo, han tratado la ideación del suicidio como respuesta al dolor extremo y al amor no correspondido. Este es uno de los fenómenos más estudiados en el campo de la psicología con personas que padecen de depresión severa y otras patologías mentales relacionadas con la anhedonia y la distimia. Claramente, es una mera interpretación y opinión personal, puede que sí lo tuviera decidido, pero téngase en cuenta que murió ahogada y no de otra forma indolora y menos angustiante.
Como añadido, la desolación que atraviesa Ofelia, quizás la persona más incomprendida de Hamlet, a lo largo de la obra me trae recuerdos de la canción "Asleep" del grupo The Smiths.