George Sand fue una autora francesa clave del Romanticismo francés que destacó por su vida y obra rebelde frente a las normas sociales y literarias de su tiempo. Sand utilizó durante su carrera literaria un seudónimo masculino y abordaba temas como la autonomía de la mujer y la hipocresía burguesa, reflejando tanto sus ideas como sus vivencias personales. Su narrativa reivindica la libertad afectiva y social, y en «La marquesa» lo hace a través de un personaje femenino profundamente psicológico.
«La marquesa» comienza con el relato de una joven casada por conveniencia a los dieciséis que queda viuda a los pocos meses. Esta primera experiencia, marcada por la indiferencia y el rechazo físico de su esposo, deja en ella un disgusto hacia los hombres y una actitud defensiva ante el mundo que la rodea. La sociedad de la época (téngase en cuenta que está ambientada a mediados del siglo XIX), rígida y moralista, no tolera la independencia en una mujer viuda, exigiéndole nuevas relaciones o la presencia de un amante socialmente aceptado. Sin embargo, la marquesa rechaza las ideas de su familia y se muestra orgullosa, lo que le lleva a soportar humillaciones. Para esquivar este acoso, acepta un amante sin pasión ni lazos afectivos entre ellos, simplemente como una estrategia para obtener serenidad y evitar la presión social; su relación con él es fría, insípida, y representa la conveniencia ante la falta de opciones reales.
Al final de la obra, la marquesa revela su historia al lector con una gran sinceridad confesando que sólo una vez en su vida se sintió profundamente enamorada, pero ese amor, por el actor Llio, nunca llegó a consumarse fuera del plano ideal. La marquesa, consciente de los riesgos de vulnerar la pureza sentimental y enfrentarse al escándalo social, además de defraudar a su familia, elige renunciar a vivir su pasión para no corromper su recuerdo, aceptando así la soledad y el arrepentimiento como compañía constante.
Gracias a esta novela, en mi opinión, se puede comprender de manera más contemporánea y cercana lo que significó ser mujer en la alta sociedad de la época y, en particular, dentro de la nobleza. La autora presenta no solo las exigencias que tenían mujeres aristocráticas, sino también el poder de la sociedad para cortar cualquier atisbo de libertad personal o sentimental. Lo más entristecedor es que estas mujeres, por lo general, a pesar del lujo y la posición privilegiada, cosa que contemporáneamente se vería como un privilegio, vivían sometidas por sus maridos o familia, siempre observadas y juzgadas, y raramente dueñas de sus propias decisiones o de su destino amoroso. Ha sido una lectura interesante, no solo por los temas que la autora ha tratado, sino por el giro de perspectiva que puede dar ver en primera persona una situación social del sexo opuesto.