La Égloga III de Garcilaso es considerada académicamente una de las cumbres del Renacimiento español. En ella el poeta combina hábilmente el relato pastoral con elementos mitológicos, naturales y sentimentales, expresando así un tono elegíaco en medio de un paisaje idílico. La elegía con la que se reviste esta égloga constituye un añadido más a las múltiples referencias a la cultura griega que se hacen en este poema, siendo este género lírico especialmente popular en la Antigua Grecia con exponentes como Tirsias de Mileto, Solón y Calino, entre otros. Se trata de una composición que, frente a la faceta mitológica, sugiere una historia amorosa próxima al propio autor, lo que le da un tono íntimo a la vez que popular.

En la apertura, Garcilaso se dirige a doña María con un elogio lleno de calificativos, como «Aquella voluntad honesta y pura, ilustre y hermosísima María…». Estas parejas de adjetivos resuenan a la tradición petrarquista y destacan la nobleza de la destinataria. El poeta asegura que seguirá ensalzándola incluso después de su muerte e invoca a Apolo y a las Musas como fuentes de inspiración. No obstante, tras la solemnidad inicial, introduce con humildad el tema pastoril: pide a María que no rechace su canto sencillo sobre el campo y la soledad. Véase anotado en el PDF la modestia con la que el autor se dota en el poema al menospreciarse haciéndole saber que sus oídos no son dignos de escucharlo.

La égloga pinta un paisaje idílico a orillas del Tajo, lleno de sauces, sombra y agua que “baña el prado con sonido”. El río descrito presenta prosopopeyas, pues se le da voz y movimiento, mientras que los sonidos suaves, como el susurro de abejas, crean un ambiente tranquilo. En medio de esa calma surge una ninfa del agua con el cabello dorado, evocando la imagen que recuerda al reflejo del sol en el río. Con estos recursos, Garcilaso construye una escena serena y armoniosa donde la naturaleza cobra vida y se comporta como uno de los principales elementos poema. Después de que la primera ninfa asome y contempla el lugar lleno de sombra, brisa y flores, vuelve al río para contarles a sus hermanas la belleza de la ribera e invitarlas a salir. Ellas dejan sus tareas y se acercan al prado, donde se reúnen todas. Garcilaso describe cómo se arreglan, escurren sus cabellos y llevan consigo telas finas, preparando el trabajo de tejer tapices. En este momento, lo narrativo se mezcla con lo mitológico y, en cierto modo, con lo alusivo: esos tapices no serán simples bordados, sino representaciones de historias trágicas de amor, llenando la escena de simbolismo y otorgándole un trasfondo mítico.

Cada ninfa inicia, entonces, un tapiz que representa un mito de amor trágico de tradición clásica.

Filódoce, la mayor, se centra en la historia de Orfeo y Eurídice. En esta escena, Eurídice queda atrapada por una serpiente venenosa, pálida mientras su espíritu se desprende de su cuerpo. Orfeo desciende al Hades con la esperanza de recuperar a su amada, pero su llanto se enfrenta a la impotencia de no poder retenerla, acentuando la atmósfera melancólica de la tragedia. Este relato guarda cierto paralelismo con la Égloga I, donde Salicio experimenta el rechazo de su amada; se narra que él abandonó todo con la ilusión de estar a su lado, solo para que, al voltear la mirada hacia atrás, cual Orfeo, ella lo rechazase.

Dinámene aborda el mito de Apolo y Dafne. Primero muestra al dios persiguiendo a la ninfa, herido de amor por la flecha de Cupido, mientras Dafne corre con su cabello al viento, tratando de escapar. El punto culminante ocurre cuando la transformación de Dafne en laurel se completa y Apolo, desesperado, contempla su cambio, conservando el dramatismo y la intensidad emocional del mito. Este relato, en cambio, alude al deseo humano frente a lo inalcanzable, reflejando la frustración y el dolor que conlleva perseguir algo que no puede ser poseído, tema patente en ambas églogas.

Climene narra la muerte de Adonis y el dolor de Venus, mientras que Nise representa la historia local de Nemoroso y Elisa (protagonistas de la primera égloga), con la ribera del Tajo como escenario y el lamento de las ninfas pudiendo sentir el pesar de sus palabras.

En conjunto, los cuatro tapices reflejan una temática común: el amor frustrado y la pérdida; la tragedia se manifiesta tanto en el ámbito mitológico como en el local, mostrando la impotencia frente al destino, la separación y la muerte de la amada.

Al caer la tarde, las ninfas dejan sus labores y se acercan al agua, donde escuchan a dos pastores, Tirreno y Alcino, que aparejados estaban cantando por turnos melodías dedicadas a sus amadas. Tirreno canta a Flérida, comparándola con la fruta y la primavera destacando así su belleza, mientras Alcino invoca a Filis y advierte de su desdicha si no le corresponde. Sus versos combinan imágenes naturales y metáforas florales: Tirreno recurre a árboles sagrados como el álamo, el laurel y el mirto; Alcino ensalza la belleza de Filis comparándola con fresno y haya.

Al concluir su dúo, las ninfas se lanzan al agua integrándose simbólicamente con el río, lo que expresa la imaginaria conexión entre los seres mitológicos y la naturaleza, al tiempo que resalta, de cierta forma, la inevitable continuidad de la vida y la calma frente a las pasiones y pérdidas humanas. Podría también interpretarse como un recordatorio de que, aunque las Musas sean diosas, su presencia no altera el curso de la vida humana; es decir, ni los dioses ni la inspiración divina pueden evitar las pasiones, pérdidas o el destino de las personas. En este sentido, la escena refuerza la idea de la limitación de lo divino frente a la condición humana, cuestión muy abarcada en la teología renacentista, siendo uno de los grandes exponentes Erasmo de Róterdam.

Égloga comentada en PDF
M. Ramón Sánchez Suárez